¡Madre mía que cosa más rica! No sé por qué he tardado tanto en hacer esta receta, la tenía escondida entre las páginas de un pequeño libro de crepes que me compré hace años en Italia. Por suerte para mí y los que prueban mis recetas ayer me dio por ojear de nuevo ese libro para ver si podía rescatar alguna idea nueva y mira tú por donde en cuanto leí café y whisky, supe cuál iba a ser su sabor. Acerté de pleno, son justo como me los imaginaba y están absolutamente exquisitos. En el libro pone que se acompañan con un poco de nata montada. Pues bien, ¿véis en la foto la nata? ¡No pude ni esperar! me los comí tal cual porque el olor que desprendían y la pinta que tenían me decían que los comiera ya.
Ingredientes:
Para las crepes:
100 g. de harina normal
200 ml de leche
1 huevo
1 pellizco de sal
Para el sirope:
1 tacita de café recién hecho
60 g. de azúcar
10 g. de mantequilla
1 cucharada de whisky
Para acompañar:
nata montada
Preparación:
Comienza preparando las crepes. Para ello tan sólo tienes que mezclar todos los ingredientes hasta que no queden grumos. Echa un poco de mantequilla en una sartén pequeña antiadherente y echa un poco de la preparación. Dale vueltas a la sartén para que se reparta bien. Cuando esté ligeramente dorado, dale la vuelta. Recuerda que las crepes deben quedar lo más fino posible. Coloca las crepes en un plato según los vayas haciendo y reserva. Los puedes hacer incluso unas horas antes.
Mezcla el café caliente, con el whisky y la mitad del azúcar. En una sartén amplia echa la mantequilla y el resto del azúcar. Cuando adquiera un ligero color tostado, echa las crepes previamente doblados en cuatro. Tras un minuto más o menos dale la vuelta para que se hagan un poco por el otro lado. Después echa la mezcla del café por encima y deja hervir un par de minutos.
Retira las crepes a un plato y echa por encima el sirope. Acompáñalos con un poco de nata montada.
